Hoy se confirmo la identidad de uno de
los normalistas desaparecidos en Iguala. Alexander Mora, alumno del
primer año de la Normal de Ayotzinapa fue secuestrado, torturado,
calcinado, triturado y sus restos dispersados en un afán de borrarlo
del mundo para siempre. Su identificación da certeza sobre la
masacre que ocurrió en Guerrero. Aun en espera de información mas
completa desde el laboratorio donde se trabaja en la identificación.
Este hecho debe reforzar la búsqueda de justicia y la lucha por la
transformación social desde este piso de dolor desde donde partimos.
Nuestro racismo latente nos ha llevado
a considerar que los hechos de crueldad extrema son cosas de otras
latitudes, nos refugiábamos en señalar a Colombia, Somalía, Siria
o Afganistán como los infiernos inaceptables donde todo era malo.
Nos construimos historias de horror inverificables para refugiarnos
de que la violencia y el horror estaban aquí mismo. Pero la
confirmación de que en el basurero de Cocula fueron torturados,
ejecutados, calcinados y triturados los normalistas de Ayotzinapa nos
tiene que devolver a la realidad, el horror esta aquí y lo construimos como sociedad enferma. Nosotros somos los creadores de
todo lo bueno o todo lo malo que vemos aquí. Podemos odiar a los
chinos, a los árabes, a los judíos o a los negros. Por eso mismo el problema
seguimos siendo nosotros.
No hicieron falta grandes discursos,
sino delincuentes comunes con la impunidad de estar del lado de los
criminales políticos para que el mundo regresara a ver en tierras
mexicanas el horror que no se veía desde los infames tiempos del
nazismo en Europa. Aquí la razón no fue étnica. Las victimas y los
asesinos provienen de las mismas comunidades. Aquí la razón fue
política, el alcalde asesino y su esposa, como dupla de poder
despótico decidieron borrar de la faz de la tierra a quienes
consideraban inaceptables en su feudo dictatorial.
Tanto los normalistas como sus sus
asesinos son el fruto de lo que es México. El caso de la Normal
Rural de Ayotzinapa es paradigmatico de un oasis cultural y de
desarrollo en medio de la marginación donde las únicas vías de
bienestar económico son criminales, ya sea por la política
partidista, ya sea por el crimen organizado. O como ya vimos, en la
simbiosis de ambas cosas.
Los egresados de Ayotzinapa como el
resto de los maestros comprometidos con las causas sociales tienen la
responsabilidad de ser un contrapeso para que la sociedad en si misma
no se desmorone por la presión de todo lo negativo que la integra.
Y el peso es enorme, los alumnos de las
escuelas en Guerrero salen a la calle y ven lo que todos: La
impunidad de quienes desde la politica partidista hacen negocios
ilegales y viven impunes; el poder dictatorial y asesino de quienes
hacen de terratenientes del narco. Criminales que determinan la vida,
el trabajo, la cultura y la sobrevivencia en la región. ¿Como poner
de contrapeso a eso el trabajo y el conocimiento?, si las dos cosas
por si mismas son la vía a la miseria en este entorno roto.
Ya habíamos tenido que enfrentar como
sociedad el hecho de que producimos criminales de todo tipo que en su
afán de ganancia son capaces de ejercer un capitalismo desnudado de
criterios de moralidad. El narcotrafico asesino es el capitalismo sin
reglas. Aquí no hay competencia, hay guerra y quienes estorben
morirán. Ese anatema se extiende mas allá del trafico de drogas a
todo despojo organizado de riqueza. No hay comunidades, espacios o
culturas que valgan.
Cuando paso, cuando brevemente
reconocimos que somos tanto un espacio de esperanzas como un nido de
asesinos. Fue tras la acción de Javier Sicilia de llevar el dolor
que había sido solo de los deudos a todos. Cuando compartió el
dolor y la indignación con la sociedad. En ese momento, tras un
breve levantamiento de indignación colectiva vimos como la clase
política ignoro todo eso por no estar en el calendario electoral.
Cambiaron el tema y siguieron adelante en el ejercicio de
autosatisfacción y reparto de cargos. Quienes en su estupidez
decidieron que en esa clase política que ignoro todo el dolor de una
sociedad rota estaba la esperanza a algo, pueden hoy confirmar sin
dudas que se equivocaron al apostar ahí su futuro. Hay no queda nada
sino criminales.
Estado de los restos óseos encontrados en el basurero
hoyo de papayo en Cocula y la vera del Rio San Juan.
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Queda la pregunta de si exigir justicia
o ejercer justicia, en ambos casos la duda es como podemos hacer
eso. Exigir a un gobierno conformado por aliados o integrantes del
crimen organizado. O ejercer justicia de algún modo -a pesar de, y
en contra- ese gobierno. De cualquier modo los alcances dependen de
que sea capaz de lograr la sociedad organizada en independencia de la
clase política y en contra del capitalismo asesino de los
criminales.
En que puede consistir la justicia en
este momento?, las renuncias no cambian la naturaleza de las
instituciones, solo a sus emisarios. Todos los partidos han
demostrado su participación en el crimen y el despojo, ademas de su
indolencia ante la tragedia.
Las iniciativas de política desde la
sociedad se crean y se dispersan con la misma velocidad, los
discursos del pasado se reciclan y se plantan en el autoritarismo de
pensarse como la única vía.
La complejidad de esta sociedad es su
esperanza, pero esa esperanza necesita construirse en hechos de
organización de ese vía alternativa a todo.
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