"Así como a los ingenieros les cuesta trabajo aceptar de que la gente puede hacer un camino sin ellos o a los arquitectos también les cuesta el que la gente, una familia puede hacer una casa sin ellos, así los periodistas o los columnistas, a los expertos les cuesta muchísimo aceptar que la gente tiene un instinto certero y que es más inteligente que nosotros, porque se despreciaba al pueblo, el pueblo no existía, todo eran los enjuagues arriba."
Versión estenográfica de la conferencia de prensa matutina, mayo 11, 2020.
Sobre el tema de los caminos ya he hablado y solo recordare que con esa idea aberrante, en un año una comunidad construyo un camino de 8 kilómetros, cuando durante gobiernos anteriores se construían carreteras a un ritmo de 10 kilómetros diarios. Pero el tema que me parece central ante estas declaraciones es la justificación de sus fantasías apelando a los instintos. Si bien muchos de los representantes de las pandillas que integran el gobierno ya habían hecho declaraciones que rayaban en el fascismo (Dussell, Alvarez-Buylla). Hay una primicia en el inquilino de palacio al afirmar con claridad que quiere anteponer el instinto al razonamiento en relación con los programas asistencialistas. Esto no solo lo desnuda como un irresponsable que pone vidas en riesgo (las construcciones improvisadas pueden ser bonitas pero carecen de garantías de seguridad) también lo equipara con el pensamiento antimodernista de los nazis. En su ensayo de 2006, el Dr. Mario Fabregat señala la importancia del instinto en el pensamiento nazi y como la apelación al instinto es una necesidad para el avance del régimen:
<<La llegada a un lugar de construcción pareciera estar ausente de los intereses del
partido nazi consumiéndose en grandilocuentes discursos y escenificaciones monumentales.
La Weltanschauung (cosmovisión) se asume como fortaleza y energía para estar siempre
actuante, donde el impulso, la emotividad y la irracionalidad cobran valor por sí mismos. Lo
anterior tuvo cabida dentro de un contexto histórico y anímico que fue terreno fértil para el
desarrollo de esta ideología: “El doble agotamiento de la sociedad tradicional y del pensamiento racionalista y clásico provocó un movimiento masivo de defensa de la identidad
colectiva, que acompañó el auge del nacionalismo y culminó en la claridad enceguecedora
del nazismo, que definió a la mujer para someterla al hombre, al judío para exterminarlo, a
la nación para proclamar la superioridad de la raza y de la nación alemanas”. (Touraine,
Main, 1992, p. 134)
La ideología se apoya en los hechos y se alimenta de ellos, como si hubiese una falta
de contenido y éste se buscara en el día a día de la acción. Más que la ideología en sí, es
decir, más que la idea, (aunque se señale que Hitler la llevó a un extremo) es el movimiento,
la compulsividad del movimiento, la necesidad vital e imperiosa de no estar sujeto, inmóvil. Cualquier cosa menos el inmovilismo, aunque este movimiento sea absolutamente descabellado e irracional.
En definitiva: “La concepción del mundo del nazismo se funda en el supuesto de la
irracionalidad de la naturaleza humana. La acción humana, y la voluntad humana en general, está guiada por los instintos, la intuición y los sentimientos. La voluntad tiene su fin en sí misma y logra sus propósitos de manera más adecuada cuando la razón no interviene”. (Barbu, Zebedei, 1962, p. 136). De ahí su lucha contra los principios de la ilustración y los valores de la modernidad, por tanto, del individuo.>>
Contextos N° 15, 2006, 177-190
Mario Fabregat P., Modernidad y antimodernidad: el nazismo y su ideología.
Los paralelismos no terminan ahí, si bien Hitler y el nazismo rechazaban los valores de la ilustración y segregaron a los científicos de origen no-ario. Si recurrieron a la ciencia y la ingeniería para sus maquinaciones militares y sostuvieron tanto la economía alemana como el esfuerzo de guerra a través de la industrialización y la construcción de infraestructura. El avance económico alemán de los años 30´s se debió tanto al rechazo al tratado de Versalles y sus pagos de deuda, como a un ambicioso plan de infraestructura plagado de elefantes blancos, Al final de la guerra Albert Speer tenia listo el diseño de Welthauptstadt Germania, una reforma completa de Berlin que incluía una cúpula demencial de 290 metros de altura para el Volkshalle (pabellón del pueblo) ó Große Halle (gran hall). Pero aunque afortunadamente esa obra no se llego a construir, la arquitectura nazi ya era para ese entonces rica en ejemplos de la megalomania discursiva con lugares como el Campo Zepelin con su Catedral de la Luz, o el Reichsehrenmal Tannenberg; un rediseño nazi al mausoleo para los soldados caídos en la batalla de Tannenberg.
La Ciudad de México no esta libre de estas estructuras, hace mucho que se dilapido el presupuesto publico en el segundo piso del periférico, una barbaridad inútil que obscena e ilegalmente fue supervisada por la entonces Secretaria de Medio Ambiente, Claudia Sheinbaum. En su inauguración se realizaron dos actos, ambos lamentables: Un autobús de doble piso descubierto, llevo al entonces jefe de gobierno y a un selecto grupo de potentados a recorrer la obra como señal de triunfo. Y esta se abrió a los peatones por algunas horas antes de su apertura formal a los automóviles.
Esa fue la ultima vez que un peatón tuvo paso a ese monumento al absurdo que no ha podido resolver en nada los problemas de movilidad de la Ciudad. Hoy día que el mismo sujeto despacha desde palacio, vivimos con el estigma del ecocidio de Dos Bocas, con el próximo ecocidio en la ruta del tren maya y con el hueco fiscal y técnico de cancelar el NAIM para construir ese despropósito de Santa Lucia (Una obra que ya elimino un pastizal con fauna silvestre, un sitio arqueológico teotihuacano y vestigios de megafauna en la cuenca de México).
Me considero entre las personas que no solo defienden que la humanidad ya paso por la postmodernidad, sino que creo que hace tiempo que estamos en otro periodo, la hipermodernidad. Y en este espacio, los valores comunes de la hipermodernidad incluyen (pero no se restringen) a la defensa del equilibro ecológico y la lucha universal contra el cambio climático. Incluyen también el acceso universal a los beneficios de la ciencia y la tecnología. Por eso mismo creo que el actual inquilino de palacio esta peleando justamente contra esos valores al defender su fantasía voluntarista (Triumph des Willens, Leni Riefenstahl 1934) ajena a los valores de esta época y sostenida en el culto a la personalidad de un fantoche. Sostengo que sus interminables monsergas cristianas son una versión tropical de los discursos megalomaniacos del arquetipo de tirano delineado por Hitler, y que tras de su cacareado buenismo patético, se construyo un régimen autoritario nefasto.Y no le falta combustible, no son pocos quienes desde sus propias carencias, encuentran en esta glorificación del instinto folclórico, un espacio de identidad que los representa.
La noche aun sera muy larga.
La noche aun sera muy larga.
Excelente.
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