Si es que alguna clase de izquierda quiere sobrevivir en América Latina, un tema fundamental es desmarcarse del internacionalismo fanático que alimenta a regímenes asesinos que imponen una eterna crisis económica y social.
Detrás de cada barbaridad de los Castro y Diaz-Canel, de Maduro, Morales o la dupla demente Ortega-Murillo, hay un sector social de la izquierda incapaz de reconocer que esos tiranos han pasado y pasaran sobre cualquier persona por perpetuarse en el poder. Un sector que justificara cualquier aberración política con tal de defender el mito de la utopía latinoamericana con centro en la Habana.
Lo cierto es que Cuba fracaso en despegar económicamente y exporto sus peores facetas con la anti democracia, el militarismo y el conservadurismo de estado. Son incapaces de construir una economía sustentable. Nicaragua se hundió en el pantano mental de un par de payasos delirantes que se comportan como clérigos y tiranos al mismo tiempo.
Venezuela dilapido una de las mayores fortunas de la historia del mundo en un proyecto sin pies ni cabeza soportado en el extractivismo. Un proyecto que termino siendo un amasijo de militares y bandas armadas matando estudiantes en un país con problemas de abasto de alimentos.
Si bien todos estos estados pueden jugar con las categorías para pretender arroparse en la historia, en la etnicidad, en el anti occidentalismo. Lo cierto es que no son entidades aisladas o congeladas en el tiempo. El que Cuba sea un museo de 1959 no implica que el resto del mundo se haya quedado detenido. Tampoco quiere decir que puedan avanzar solos en algún camino al desarrollo, son tan frágiles tecnológicamente que su único asidero es la China imperialista que los tiene asfixiados con deudas impagables.
Y en este escenario tenemos regímenes que se han convertido en la peor pesadilla de sus pueblos y una alianza de tiranos que se brindan oxigeno mutuamente para subsistir. Pero ahí no hay una alternativa de desarrollo, de democracia o de bienestar. Son todo lo contrario a ello y lo son a costa de la vida de miles de personas torturadas o asesinadas.
Si aplicáramos las consignas y la agenda que se demanda por la izquierda en los países latinoamericanos no gobernados por este grupo, ninguno de estos gobiernos estaría mejor calificado que los estados con democracias liberales. Mas aun ,las libertades y derechos que se han alcanzado fuera de estos países, serian impensables en ellos.
A ello hay que plantearse, ¿que futuro tiene la izquierda si se mantiene muda frente a estos gobiernos, o si como alternativa, se dedica a defenderlos al costo que sea? Si, Venezuela o Nicaragua tuvieran elecciones creíbles y respetaran los derechos humanos, la política interna de Chile o de Colombia no sufriría un colapso en los derechos humanos. Si Cuba se replanteara como una nación democrática, México no perdería su agenda interna de elecciones transparentes, educación publica y salud universal. Si la izquierda se plantea ser una alternativa a algo, no puede planteárselo desde el silencio o el apoyo a gobiernos tiránicos.
Incluso si en un plan marxista que aproveche la manufactura 4.0 y las telecomunicaciones se pretende proponer una nueva forma de socialismo, esa forma no es un estado militarizado con control social mediante bandas armadas e IA de vigilancia y censura. Tampoco un régimen anti-tecnológico, anti- democrático o basado en el culto a un anciano conservador como en es el caso en México.
La izquierda comunista en América Latina gano y perdió guerras por el poder, pero perdió en todas las ocasiones la posibilidad de construir estados de bienestar basados en la solidaridad y el trabajo para el desarrollo. La izquierda post comunista ha logrado avances en derechos humanos, democracia e inclusión social, pero también ha resultado incapaz de existir sin robar dinero del erario.
La urgencia de construir una izquierda que sea moderna, no por consigna, sino por sus hechos, es apremiante ante una mezcla fanática de pseudo izquierda y grupos religiosos que asolan la región. Los sueños de poder de los Lopez o los Ortega han encontrado un aliado en el cristianismo mas conservador y virulento que aprovecha una sociedad infantilizada e indefensa que se ha convertido en presa fácil de los nuevos y viejos cultos religiosos. Cultos que pueden pactar con dios y con el diablo para coronarse vencedores, no desprecian a Bolsonaro y su derecha racista, como no desprecian a Maduro y su estado asesino.
Así que ante el aparente golpe de timón izquierdista de América Latina, lo evidente es la ausencia de un proyecto de izquierda organizada hacia el presente y el futuro, un proyecto por construir que personalmente apoyo y defiendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario